Hoy se cumplen 200 años de la proclamación en Cádiz de la primera Constitución española: la de 1812, conocida por todo el mundo como La Pepa. El simbolismo de la ocasión es innegable. Aquella Carta Magna, una de las primeras de Europa, fue el resultado del esfuerzo conjunto de personas de distinta condición, procedencia y sensibilidad política que aparcaron sus diferencias para centrarse en lo que los unía como españoles y para fundar nada menos que una ciudadanía. El acontecimiento se produjo durante la invasión napoleónica, pero no se hizo desde el nacionalismo ni desde la xenofobia, sino desde el deseo de libertad y el desprecio por la tiranía. De hecho, muchos de los diputados constituyentes sentían una gran simpatía por Francia y su mirada no era provinciana, sino europea y cosmopolita. Simplemente, entendían que España debía tomar las riendas y hacerse dueña de su futuro.
Doscientos años después, y salvando lo que va del absolutismo de entonces al actual Estado de las Autonomías, lo cierto es que España necesita refundir su modelo de país, necesita una reforma de la Constitución que aproveche lo bueno de la actual y ponga remedio a los males sobrevenidos. Necesita centrarse de nuevo en lo que nos une y salir de este tiempo con una democracia más fuerte. Doscientos años después, nuestro Gobierno recibe instrucciones en otro idioma sobre lo que debe hacer, y aunque Europa no es el régimen despótico de Bonaparte sino un remedio contra las tiranías, los españoles esperamos que nuestros gobernantes sean capaces de tener voz propia y liderar las reformas que también necesitan las instituciones europeas.
Doscientos años después, y salvando lo que va del absolutismo de entonces al actual Estado de las Autonomías, lo cierto es que España necesita refundir su modelo de país, necesita una reforma de la Constitución que aproveche lo bueno de la actual y ponga remedio a los males sobrevenidos. Necesita centrarse de nuevo en lo que nos une y salir de este tiempo con una democracia más fuerte. Doscientos años después, nuestro Gobierno recibe instrucciones en otro idioma sobre lo que debe hacer, y aunque Europa no es el régimen despótico de Bonaparte sino un remedio contra las tiranías, los españoles esperamos que nuestros gobernantes sean capaces de tener voz propia y liderar las reformas que también necesitan las instituciones europeas.
UPyD se esfuerza por hacerse oir entre tanto alboroto y lo hará. El espíritu de La Pepa nos hará más fuertes, más tenaces.
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